La Maestria del Amor-Introducci贸n
Os dejo la Introducci贸n del libro La Maestria del Amor de Dr. Miguel Ruiz, me ha parecido una historia a tener en cuenta en esta vida, en la que nos dejamos llevar en muchas ocasiones por las apariencias y olvidamos lo realmente importante, todos somos importantes.
Si alguien desea leer el libro podeis pedirmelo.
El maestro
脡rase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba tan maravilloso que todas las personas que estaban all铆 reunidas se sintieron conmovidas por sus palabras de amor. En medio de esa multitud, se encontraba un hombre que hab铆a escuchado todas las palabras que el maestro hab铆a pronunciado. Era un hombre muy humilde y de gran coraz贸n, que se sinti贸 tan conmovido por las palabras del maestro que sinti贸 la necesidad de invitarlo a su hogar.
As铆 pues, cuando el maestro acab贸 de hablar, el hombre se abri贸 paso entre la multitud, se acerc贸 a 茅l y, mir谩ndole a los ojos, le dijo: «S茅 que est谩 muy ocupado y que todos requieren su atenci贸n. Tambi茅n s茅 que casi no dispone de tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi coraz贸n se siente tan libre y es tanto el amor que siento por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la mejor de las comidas. No espero que acepte, pero quer铆a que lo supiera».
El maestro le mir贸 a los ojos, y con la m谩s bella de las sonrisas, le contest贸: «Prep谩ralo todo. Ir茅». Entonces, el maestro se alej贸.
Al o铆r estas palabras el coraz贸n del hombre se sinti贸 lleno de j煤bilo. A duras penas pod铆a esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que sent铆a por 茅l. Ser铆a el d铆a m谩s importante de su vida: el maestro estar铆a con 茅l. Compr贸 la mejor comida y el mejor vino y busc贸 las ropas m谩s preciosas para ofrec茅rselas como regalo. Despu茅s corri贸 hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos para recibir al maestro. Lo limpi贸 todo, prepar贸 una comida deliciosa y decor贸 bellamente la mesa. Su coraz贸n estaba rebosante de alegr铆a porque el maestro pronto estar铆a all铆.
El hombre esperaba ansioso cuando alguien llam贸 a la puerta. La abri贸 con af谩n pero, en lugar del maestro, se encontr贸 con una anciana. 脡sta le mir贸 a los ojos y le dijo: «Estoy hambrienta. ¿Podr铆as darme un trozo de pan?».
El se sinti贸 un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro. Mir贸 a la mujer y le dijo: «Por favor, entre en mi casa». La sent贸 en el lugar que hab铆a preparado para el maestro y le ofreci贸 la comida que hab铆a cocinado para 茅l. Pero estaba ansioso y esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer. La anciana se sinti贸 conmovida por la generosidad de este hombre. Le dio las gracias y se march贸.
Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando alguien volvi贸 a llamar a su puerta. Esta vez se trataba de un desconocido que hab铆a viajado a trav茅s del desierto. El forastero le mir贸 y le dijo: «Estoy sediento. ¿Podr铆as darme algo para beber?».
De nuevo se sinti贸 un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero aun as铆, invit贸 al desconocido a entrar en su casa, hizo que se sentase en el lugar que hab铆a preparado para el maestro y le sirvi贸 el vino que quer铆a ofrecerle a 茅l. Cuando se march贸, volvi贸 a preparar de nuevo todas las cosas.
Por tercera vez, alguien llam贸 a la puerta, y cuando la abri贸, se encontr贸 con un ni帽o. 脡ste elev贸 su mirada hacia 茅l y le dijo: «Estoy congelado. ¿Podr铆a darme una manta para cubrir mi cuerpo?».
Estaba un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero mir贸 al ni帽o a los ojos y sinti贸 amor en su coraz贸n. R谩pidamente cogi贸 las ropas que hab铆a comprado para el maestro y le cubri贸 con ellas. El ni帽o le dio las gracias y se march贸.
Volvi贸 a prepararlo todo de nuevo para el maestro y despu茅s se dispuso a esperarle hasta que se hizo muy tarde. Cuando comprendi贸 que no acudir铆a se sinti贸 decepcionado, pero lo perdon贸 de inmediato. Se dijo a s铆 mismo: «Sab铆a que no pod铆a esperar que el maestro viniese a esta humilde casa. Me dijo que lo har铆a, pero alg煤n asunto de mayor importancia lo habr谩 llevado a cualquier otra parte. No ha venido, pero al menos acept贸 la invitaci贸n y eso es suficiente para que mi coraz贸n se sienta feliz».
Entonces, guard贸 la comida y el vino y se acost贸. Aquella noche so帽贸 que el maestro le hac铆a una visita. Al verlo, se sinti贸 feliz sin saber que se trataba de un sue帽o. «¡Ha venido maestro! Ha mantenido su palabra.»
El maestro le contest贸: «S铆, estoy aqu铆, pero estuve aqu铆 antes. Estaba hambriento y me diste de comer. Estaba sediento y me ofreciste vino. Ten铆a fr铆o y me cubriste con ropas. Todo lo que haces por los dem谩s, lo haces por m铆».
El hombre se despert贸 con el coraz贸n rebosante de dicha porque hab铆a comprendido la ense帽anza del maestro. Lo amaba tanto que hab铆a enviado a tres personas para que le transmitiesen la lecci贸n m谩s grande: que 茅l vive en el interior de todas las personas. Cuando das de comer al hambriento, de beber al sediento y cubres al que tiene fr铆o, ofreces tu amor al maestro.
脡rase una vez un maestro que hablaba a un grupo de gente y su mensaje resultaba tan maravilloso que todas las personas que estaban all铆 reunidas se sintieron conmovidas por sus palabras de amor. En medio de esa multitud, se encontraba un hombre que hab铆a escuchado todas las palabras que el maestro hab铆a pronunciado. Era un hombre muy humilde y de gran coraz贸n, que se sinti贸 tan conmovido por las palabras del maestro que sinti贸 la necesidad de invitarlo a su hogar.
As铆 pues, cuando el maestro acab贸 de hablar, el hombre se abri贸 paso entre la multitud, se acerc贸 a 茅l y, mir谩ndole a los ojos, le dijo: «S茅 que est谩 muy ocupado y que todos requieren su atenci贸n. Tambi茅n s茅 que casi no dispone de tiempo ni para escuchar mis palabras, pero mi coraz贸n se siente tan libre y es tanto el amor que siento por usted que me mueve la necesidad de invitarle a mi hogar. Quiero prepararle la mejor de las comidas. No espero que acepte, pero quer铆a que lo supiera».
El maestro le mir贸 a los ojos, y con la m谩s bella de las sonrisas, le contest贸: «Prep谩ralo todo. Ir茅». Entonces, el maestro se alej贸.
Al o铆r estas palabras el coraz贸n del hombre se sinti贸 lleno de j煤bilo. A duras penas pod铆a esperar a que llegase el momento de servir al maestro y expresarle el amor que sent铆a por 茅l. Ser铆a el d铆a m谩s importante de su vida: el maestro estar铆a con 茅l. Compr贸 la mejor comida y el mejor vino y busc贸 las ropas m谩s preciosas para ofrec茅rselas como regalo. Despu茅s corri贸 hacia su casa a fin de llevar a cabo todos los preparativos para recibir al maestro. Lo limpi贸 todo, prepar贸 una comida deliciosa y decor贸 bellamente la mesa. Su coraz贸n estaba rebosante de alegr铆a porque el maestro pronto estar铆a all铆.
El hombre esperaba ansioso cuando alguien llam贸 a la puerta. La abri贸 con af谩n pero, en lugar del maestro, se encontr贸 con una anciana. 脡sta le mir贸 a los ojos y le dijo: «Estoy hambrienta. ¿Podr铆as darme un trozo de pan?».
El se sinti贸 un poco decepcionado al ver que no se trataba del maestro. Mir贸 a la mujer y le dijo: «Por favor, entre en mi casa». La sent贸 en el lugar que hab铆a preparado para el maestro y le ofreci贸 la comida que hab铆a cocinado para 茅l. Pero estaba ansioso y esperaba que la mujer se diese prisa en acabar de comer. La anciana se sinti贸 conmovida por la generosidad de este hombre. Le dio las gracias y se march贸.
Apenas hubo acabado de preparar de nuevo la mesa para el maestro cuando alguien volvi贸 a llamar a su puerta. Esta vez se trataba de un desconocido que hab铆a viajado a trav茅s del desierto. El forastero le mir贸 y le dijo: «Estoy sediento. ¿Podr铆as darme algo para beber?».
De nuevo se sinti贸 un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero aun as铆, invit贸 al desconocido a entrar en su casa, hizo que se sentase en el lugar que hab铆a preparado para el maestro y le sirvi贸 el vino que quer铆a ofrecerle a 茅l. Cuando se march贸, volvi贸 a preparar de nuevo todas las cosas.
Por tercera vez, alguien llam贸 a la puerta, y cuando la abri贸, se encontr贸 con un ni帽o. 脡ste elev贸 su mirada hacia 茅l y le dijo: «Estoy congelado. ¿Podr铆a darme una manta para cubrir mi cuerpo?».
Estaba un poco decepcionado porque no se trataba del maestro, pero mir贸 al ni帽o a los ojos y sinti贸 amor en su coraz贸n. R谩pidamente cogi贸 las ropas que hab铆a comprado para el maestro y le cubri贸 con ellas. El ni帽o le dio las gracias y se march贸.
Volvi贸 a prepararlo todo de nuevo para el maestro y despu茅s se dispuso a esperarle hasta que se hizo muy tarde. Cuando comprendi贸 que no acudir铆a se sinti贸 decepcionado, pero lo perdon贸 de inmediato. Se dijo a s铆 mismo: «Sab铆a que no pod铆a esperar que el maestro viniese a esta humilde casa. Me dijo que lo har铆a, pero alg煤n asunto de mayor importancia lo habr谩 llevado a cualquier otra parte. No ha venido, pero al menos acept贸 la invitaci贸n y eso es suficiente para que mi coraz贸n se sienta feliz».
Entonces, guard贸 la comida y el vino y se acost贸. Aquella noche so帽贸 que el maestro le hac铆a una visita. Al verlo, se sinti贸 feliz sin saber que se trataba de un sue帽o. «¡Ha venido maestro! Ha mantenido su palabra.»
El maestro le contest贸: «S铆, estoy aqu铆, pero estuve aqu铆 antes. Estaba hambriento y me diste de comer. Estaba sediento y me ofreciste vino. Ten铆a fr铆o y me cubriste con ropas. Todo lo que haces por los dem谩s, lo haces por m铆».
El hombre se despert贸 con el coraz贸n rebosante de dicha porque hab铆a comprendido la ense帽anza del maestro. Lo amaba tanto que hab铆a enviado a tres personas para que le transmitiesen la lecci贸n m谩s grande: que 茅l vive en el interior de todas las personas. Cuando das de comer al hambriento, de beber al sediento y cubres al que tiene fr铆o, ofreces tu amor al maestro.
Gracias por leer.......
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