Lo tuyo y Lo mio del libro La Culpa es de la Vaca


A veces no deja de soprenderme como las cosas llegan a mi vida...la otra tarde buscando un nuevo libro para leer, apareció La culpa es de la Vaca...me recordó a la fabula zen en que el maestro mata a la vaca de una familia pobre para que salgan de su "zona cómoda", lo que conlleva a que dejen de ser pobres y prosperen ante la necesidad de sobrevivir sin la vaca.
Bueno resumiendo que no quise descargarlo jajajaa y a la media hora una compañera de trabajo me llama: "Te he mandado un libro que me han recomendado...La Culpa es de la Vaca", no pude mas que reirme y rendirme a lo evidente tenía que leer el libro...
Aqui os dejo una de las historias que mas me han hecho reir hasta ahora, voy por la mitad del libro...hay buenas fabulas unas que os harán reir y otras que realmente os emocionaran...

Lo Tuyo y Lo Mio

Cuando la señora llegó a la estación, le informaron
que su tren se retrasaría aproximadamente
una hora. Un poco fastidiada, se compró
una revista, un paquete de galletas y una
botella de agua. Buscó un banco en el andén
central y se sentó, preparada para la espera.

Mientras ojeaba la revista, un joven se sentó
a su lado y comenzó a leer un diario.

De pronto, sin decir una sola palabra, estiró la
mano, tomó el paquete de galletas, lo abrió y
comenzó a comer. La señora se molestó un
poco; no quería ser grosera pero tampoco hacer
de cuenta que nada había pasado. Así que,
con un gesto exagerado, tomó el paquete, sacó
una galleta y se la comió mirando fijamente al
joven.

Como respuesta, el joven tomó otra galleta
y, mirando a la señora a los ojos, se la llevó a la
boca. Ya enojada, ella cogió otra galleta y, con
ostensibles señales de fastidio, se la comió mirándolo
fijamente.

El diálogo de miradas y sonrisas continuó
entre galleta y galleta. La señora estaba cada
vez más irritada, y el muchacho cada vez más
sonriente. Finalmente, ella se dio cuenta de
que sólo quedaba una galleta, y pensó: “No
podrá ser tan caradura”, mientras miraba alternativamente
al joven y al paquete. Con mucha
calma el joven alargó la mano, tomó la galleta
y la partió en dos. Con un gesto amable,
le ofreció la mitad a su compañera de banco.

— ¡Gracias! —dijo ella tomando con rudeza
el trozo de galleta.
—De nada —contestó el joven sonriendo,
mientras comía su mitad.

Entonces el tren anunció su partida. La señora
se levantó furiosa del banco y subió a su
vagón. Desde la ventanilla, vio al muchacho todavía
sentado en el andén y pensó: “¡Qué insolente
y mal educado! ¡Qué será de nuestro
mundo!”

De pronto sintió la boca reseca por
el disgusto. Abrió su bolso para sacar la botella de
agua y se quedó estupefacta cuando encontró allí
su paquete de galletas intacto.

Cuántas veces nuestros prejuicios y decisiones
apresuradas nos hacen valorar erróneamente a
los demás y cometer graves equivocaciones. Cuántas
veces la desconfianza, ya instalada en nosotros,
hace que juguemos arbitrariamente a las
personas y las situaciones, encasillándolas en
ideas preconcebidas alejadas de la realidad.
Por lo general nos inquietamos por eventos que
no son reales y nos atormentamos con problemas
que tal vez nunca van a ocurrir.

Dice un viejo proverbio: “Peleando, juzgando
antes de tiempo y alterándose no se consigue
jamás lo suficiente; pero siendo justo, cediendo y
observando a los demás con una simple cuota de
serenidad, se consigue más de lo que se espera”.

Gracias........

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